Beatriz Natalia Morales Fernández
Magíster en Comunicación – Universidad Autónoma de Occidente
La fotografía como técnica o arte para la reproducción y testimonio de épocas y contextos
diferentes, se convirtió en un referente histórico de todo aquello que allí quedará reflejado o representado, además mediado por lo que el fotógrafo considerara fotografiable, desde su cosmovisión y subjetividad. Entonces, los cuerpos se engalanaban para ser retratados, mediante el vestido y la posición corporal, los zapatos usados y el peinado, se revelaban varios aspectos, como la clase social, las condiciones económicas, las prácticas culturales y la época en cuestión.
“La Luz era materia y las imágenes eran simplemente luz” (GOYENECHE, 11) formas de comunicar a través de la luz reflejada, que captura para la posteridad, la realidad presente en cualquier contexto, “es decir, un valor de registro y testimonio que da cuenta de las características del mundo… que ha pasado por la mirada y pensamiento del fotógrafo” (ALBÚJAR, 153). Las fotografías “…representan los acontecimientos significativos de un pueblo laborioso que se desarrolla dentro de un marco donde se hacen visibles las condiciones geográficas e históricas de la vida…” (ALBÚJAR, 154)
Entonces el retrato, que busca mostrar las cualidades físicas y morales de las personas a fotografiar, permiten exponer todas esas características importantes, dan origen a múltiples representaciones sobre las significaciones que, socialmente, se le dieran, en una época y contexto determinado, este hecho social. Depende de sentidos dados por las mismas personas que han fotografiado “… los usos sociales de la fotografía dependen de la formación social de un tipo de modo de ver, o si se quiere de competencia visual y estética no natural, que los agentes deben desarrollar en su ser social para poder vivir la experiencia de la representación” (GOYENECHE, 16)
Esas representaciones se pueden abordar desde el concepto de Habitus de Pierre Bourdieu, ya que las integraciones que los actores sociales generan con los otros, posibilita la orientación y la percepción de su espacio social, entendiéndolo como “el sistema de prácticas duraderas y transferibles, estructuras y definidas para funcionar como generadores y organizadores de actividades frecuentes, que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin, sin suponer la búsqueda consciente del fin y el dominio expreso de las acciones necesarias para alcanzarlos.” (CAPDEVIELL, 34) Es así como en los retratos fotográficos, se pueden apreciar y poner de manifiesto las representaciones desde la subjetividad de las personas que se han fotografiado, el cúmulo de la historia cultural, social, política y escolar de donde crecieron.
El retrato tuvo auge a principios del siglo XVIII cuando las familias más prestigiosas de la sociedad, las que podían pagar por el encargo a un pintor pasaban a la posteridad por medio de dicha pintura. A principios del siglo XX, cuando se inventó la fotografía y a partir de sus múltiples transformaciones, se crearon los estudios fotográficos y se popularizó el retrato, bajando de precio y siendo accesible a la clase baja. De esta manera, las cámaras fotográficas, las películas y los laboratorios llegaron a los pueblos de Colombia. Por ejemplo, en Silvia Cauca las primeras fotografías se registran en 1932, en ellas, se pueden ver representadas muchas de las prácticas culturales que allí se dan, por ejemplo, procesiones religiosas, fiestas populares, retratos sociales y familiares. Se plantea que lo conocido de la imagen es una ficción, ya que no hay ninguna forma de entender previo si la foto no tiene ninguna relación con la persona y su contexto en el que se está interpretando “El proceso de interpretación es parte integrante de la producción de sentido y de la comprensión de las imágenes. Las tradiciones que están a nuestras espaldas -dice Gadamar- no actúan como un movimiento subjetivo, sino como una corriente de anticipación de sentido, antes que nosotros empecemos a comprender.” (Zecchetto) entonces es la herencia cultural, social, política que permite darle sentido a dicha imagen, es lo que permite leer los símbolos y signos presentes en ella lo que da significado a cada representación encontrada.
La fotografía puede entenderse entonces, como la configuración corporal del yo, desde dónde se puede enunciar y reconocer, a través de la representación del otro, “El registro imaginario permitirá al sujeto construir una imagen ideal de su cuerpo. Sin embargo, esta imagen siempre estará del otro lado del espejo, es decir, del lado del Otro.” (Cardona, 10) Como un espejo que representa y lo representa, como un estar aquí y ahora y estar en el pasado, los retratos de los abuelos y padres, en donde se descubren características físicas, simbólicas y significantes en el que se representa desde el ahora.
Entonces, las fotografías familiares, sociales e individuales que eternizan los momentos y refuerzan la unidad familiar son “precisamente porque la fotografía de familia es un rito del culto doméstico en el que la familia es a la vez sujeto y objeto, porque expresa el sentimiento de la fiesta que el grupo familiar se ofrece a sí mismo (…) la necesidad de fotografías y la necesidad de fotografiar…” (BOURDIEU) “La subjetividad es el inicio de las manifestaciones de la vida de los seres humanos en el saber y el poder, convirtiendo la vida en algo visible y en un espacio de participación para los procesos políticos” (Foucault, ). Los actos familiares que más se fotografiaban eran los cumpleaños de las personas mayores de las familias, así como los rituales religiosos de los niños de la casa, por ejemplo, los bautizos y las primeras comuniones. Todos estos, son actos heredados de las instituciones de poder, vigilancia y control social, la familia, la escuela y la iglesia. “En consecuencia, la experiencia comunicativa fija un orden social al hacer que el cuerpo reproduzca de manera simultánea estos cuatro órdenes tan relevantes en el mundo moderno: clase, raza, género y edad.” (Calero, 3)
Las manifestaciones que develan la clase social, los rituales religiosos, los rituales sociales, la jerarquía familiar dentro de las fotografías, son las posturas corporales y la forma en cómo el cuerpo se transforma para ser fotografiado. Cada uno, se convierte en signos y símbolos que se pueden leer naturalmente en cada una de las manifestaciones, es en “…el cuerpo, donde se sitúa la experiencia comunicativa del sujeto. El cuerpo además de ser un recipiente u objeto donde se instala la ideología (s) dominante, es también (y de manera simultánea), sujeto que hace cosas (apropia, resiste) en el contexto de las prácticas culturales. Las percepciones, gestos, sensaciones, movimientos son formas de comunicación o lenguajes del cuerpo con el mundo y con los otros.” (Calero)
En el cuerpo podemos encontrar una historia y una época específica, las formas de pensar la cultura y la política. Se vuelve una representación de las circunstancias, un lenguaje simbólico bastante sofisticado que se configura en gestos corporales, posturas corporales, vestuario, maquillaje y peinado que son fácilmente interpretables, y además, sustituyen el lenguaje.
Los autores Rubiela Arboleda Gómez y Laura María Hernández Lopera en el libro Cuerpos de Barro, Acercamiento al pasado desde la semiótica del presente, en la cultura arqueológica Tumaco (400 a. C.), enlistan unas características que se presentan en la obra para contextualizar y preservar las prácticas realizadas. Dichas características, deben ser destacadas por la rigurosidad en que la imagen es vista y tratada desde el pasado y el presente como símbolo, signo, transmisor de mensajes e imágenes que construyen memoria. Dichas características son:
“1. Los signos que registran el cuerpo se pueden resignificar a luz del presente.
2. Los gestos son signos que comunican una circunstancia específica y vitalizan los personajes desde la motricidad.
3. Los gestos devienen en trama simbólica revelando significados in situ, y se abren a nuevos sentidos en otros contextos.
4. El acercamiento al objeto-imagen produce y reproduce un diálogo en distintos niveles: persona – personaje, personaje – personaje, persona – persona, pasado – presente.
5. Abordar el objeto-imagen genera un cruce de preguntas en el que personajes y personas interrogan y son interrogados.
6. Los personajes transmiten un mensaje y aparecen expectantes a su interpretación. La persona observa, escudriñando el texto tallado.
7. La imagen-objeto tiende un puente en el que las narrativas transitan entre lejanías y cercanías, adquiriendo matices interpretativos. Algunas prácticas inteligibles en el objeto-imagen tramitan una experiencia que evoca edades, géneros, relaciones parentales, erotismo, oficios…
8. La comunicación persona-personaje, mediada por los signos del objeto-imagen, actualiza la historia con evocaciones situadas en la memoria individual y colectiva.” ( 36)
En la siguiente fotografía, realizada por un habitante del Silvia Cauca, entre 1932 a 1970, podemos desarrollar cada una de las características anteriores. Hoy en día, se encuentran presentes muchos de los gestos que brindan información sobre circunstancias específicas in situ de la época. Además, visibiliza la relación creada por el fotógrafo y el fotografiado cuando la expresión no está forzada para ser representada en el retrato como algo que no pudo ser o tal vez sí pasa, abriendo interrogantes, y de alguna manera, transmitiendo mensajes sobre sus edades, relaciones parentales, jerárquicas y sociales.
Entonces el cuerpo es la viva reproducción material y simbólica de toda una sociedad, en este caso, la silviana, “Es decir que las acciones prácticas o las maneras de hacer en el espacio social y las diversas formas de comunicación que estas prácticas suscitan, son una expresión de la corporalidad del sujeto. Es con el cuerpo que sembramos la tierra, tomamos una fotografía, cocinamos, comemos, rezamos, bailamos, escribimos, andamos la ciudad, conversamos, etc.” ( Calero, 3) Y eso se puede ver reflejado en el positivo de la fotografía de la época, que es cuando se revela la película que está compuesta por Haluros, Bromuros y Yoduros, químicos sensibles a la luz, para convertirse en el negativo (luces y sombras), para luego pasar a positivo (color) a través de agentes reveladores y fijadores de imagen, que capturan el tiempo y se vuelven testigos de la época.
No cabe duda que muchas de esas representaciones son imposiciones inconscientes que se forjaron entre las clases sociales, entre lo público y lo privado, en el poder capitalista que necesitaba controlar por medio de la disciplina que se hacían evidentes en las clases de “urbanidad” y la “educación cívica”… que jugaron, entonces, como taxonomías pedagógicas que separaban el frac de la ruana, la pulcritud de la suciedad, la capital de las provincias, la república de la colonia, la civilización de la barbarie.”
Entonces, “los manuales de urbanidad se convierten en la nueva biblia que indicará al ciudadano cuál debe ser su comportamiento en las más diversas situaciones de la vida, pues de la obediencia fiel a tales normas dependerá su mayor o menor éxito en la civitas terrena, en el reino material de la civilización.” (Castro, 150) Por ello en las fotografías de época, más concretamente, en las fotografías de Silvia Cauca, se refleja claramente cómo las personas de mayor poder adquisitivo son las que se fotografiaban constantemente. En las grandes ciudades las personas que viajaban a Europa eran las que pretendían imponer la civilización, entonces, en el pueblo, los que podían ir a la ciudad eran los que lo hacían, por las difíciles vías y vehículos de comunicación. Esa sociedad se regía por las relaciones de poder que se efectúan de unos a otros, la presión social hace que se actué de determinada manera y es un elemento de poder y control social.
Comprender lo que significa es el conocimiento experiencial sobre lo que se observa, en donde sale a flote todo el legado cultural y social heredado, entonces, “un diseñador, un pintor o un fotógrafo, crean sentido mediante el tema, integrando en él aquellas marcas semánticas (los diversos factores visuales como la composición, las líneas, los niveles icónicos, los colores…), tendientes a manifestar, con mayor o menor unidad y coherencia, algún tema. El espectador percibe las marcas semánticas y mediante ellas, capta el tema o argumento de la imagen, lee en ella un sentido.” (Zecchetto, 179)
Cada una de las fotografías, de los retratos, de las posturas corporales de lo que significaron y significan, lo que los cuerpos representaron y el sentido dado en el presente es sin lugar a dudas resultado de las subjetividades de cada individuo. Lo político, lo social, lo cultural, los referentes civilizatorios, son los que formaron dichas posturas corporales a las que hoy se hacen referencia. Los vestidos, los zapatos, los peinados, el hecho de estar sentado o parado en el retrato, el lugar donde se hace dicho retrato y la fecha escogida para hacerlo son los dadores de sentido a los retratos fotográficos.