El valor de recordar

Por MARÍA ALEJANDRA ROSERO. Estudiante - FUP

La película Un poeta, estrenada en 2025 y dirigida por el colombiano Simón Mesa Soto, nos sumerge en la ciudad de Medellín y, de manera íntima, en la vida de Óscar Restrepo: un escritor frustrado y casi olvidado, que alguna vez soñó con darse a conocer por su manera de escribir.

La película, ganadora del Premio del Jurado en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes, se centra en la vida de Óscar Restrepo, un poeta marcado por la frustración de sus sueños incumplidos, y en su encuentro con Yurlady, una joven talentosa cuya escritura revitaliza el poder de las palabras. A lo largo de su relación, ambos personajes encarnan la posibilidad de recuperar la fe en la fuerza transformadora del lenguaje.

Al salir de la sala, uno queda con la sensación de que el cine también puede ser una forma de poesía. La historia abre el camino hacia una narración reflexiva y personal en torno a la poesía, la frustración por los sueños incumplidos y la esperanza, ese sentimiento que nunca deberíamos perder. El filme invita a pensar en las derrotas, en los intentos que parecen infinitos, y en cómo la buena compañía y el deseo de seguir adelante pueden transformar incluso la historia más triste.

Resulta inevitable pensar en cómo el filme plantea la relación entre arte y sociedad. Óscar representa la voz ignorada que, aun así, insiste en existir, o más bien subsistir, mientras que Yurlady simboliza la renovación y la vitalidad de una nueva generación que recuerda que la poesía nunca muere. Simón Mesa logra que esa tensión se sienta cercana, pues todos, de alguna manera, hemos atravesado el dilema de seguir luchando por nuestros sueños o rendirnos.

En cuanto al estilo visual, la película impacta por su sencillez. Rodada en película de 16mm, logra transmitir un aire nostálgico, casi íntimo, que acompaña perfectamente el tono de la historia. No hay grandes giros ni saltos temporales confusos, al contrario, la construcción es pausada y nos invita a observar los silencios, valorar los momentos de calma, las miradas y los pequeños gestos que, muchas veces, expresan más que las palabras.

Más allá de la trama, la obra reflexiona sobre lo que significa crear y escribir en un país como Colombia, donde el arte suele ser infravalorado, ignorado o incluso pisoteado, donde muchos escritores y artistas se ven obligados a rendirse y buscar un camino que les brinde seguridad económica.

Uno de los momentos más impactantes es la recaída del protagonista en el alcohol. Después de intentar reconstruir su vida, Óscar se ve arrastrado nuevamente por sus demonios, mostrando la fragilidad de la recuperación cuando no se sanan las heridas profundas del alma. Esta recaída no solo afecta su proceso creativo, sino que también pone en riesgo sus vínculos más cercanos, reforzando el tono melancólico y realista del filme. La actuación transmite con fuerza el dolor, la culpa y la desesperación, logrando que el espectador conecte con su lucha interna.

Ver en cine un Un poeta fue una experiencia que me hizo reflexionar sobre el papel de la comunicación, no solo como profesión, sino como compromiso con la memoria y la sensibilidad. El cine y la escritura tienen el poder de hacer que las historias perduren en el tiempo. La película de Mesa Soto me enseñó que recordar puede doler, pero también nos conecta con lo vivido. La poesía, en su aparente fragilidad, puede ser más fuerte que el olvido: entre frases, letras y versos se esconde lo más puro de un corazón.

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